Aquella tarde de otoño llovía de una forma brutal.
Tan brutal, que hizo que aquella puerta que divisé por el rabillo del ojo tirada en la basura cuando pasaba haciendo rally con mi coche por las curvas de la carretera de acceso a casa, pesara al menos ¡¡cinco veces más!!
Aún así mi poder de convicción fue mayor y casi exhaustos y empapados conseguimos entre "él" y yo colocarla en un lugar seguro. Bueno, no tanto, porque la dejamos apoyada en la pared del garaje y en más de una ocasión la defensa del coche le ha rozado los cuarterones.
Se secó. Después de muchos meses, la madera se secó y ahí iniciamos un periplo de idas y venidas durante un largo año.
Cuando llegó el verano nos animamos a retirarle la primera capa de pintura.
Una tarea sencilla, porque se ofrecieron a ello un montón de pequeñas ayudantas. Armadas de espátulas y lijas, con cuidado, entre risas y juegos que tenían su origen en un montón de agujeritos que iban apareciendo por toda la madera:
- son agujeros de carcoma, les dije,
pero no me creyeron y se inventaron una historia sobre mensajes ocultos y símbolos sagrados.
¡La imaginación de los niños me sigue sorprendiendo y entusiasmando cada día!
La desinfectamos y probamos a embadurnarla de un líquido que nos aseguraba que endurecería la madera. Yo no noté ningún cambio extraño, pero espero que sirva para que nos dure muchos años más.
Llegado el momento de elegir pintura no tuve ninguna duda:
Chalk Paint
pero con la espectacular gama de colores que tienen, nos complicaba un poco la elección. Finalmente blanco original. La misma que tiempo después decoraría con delicadeza mi pala de panadero.
La pintamos pero también dejamos que sobresaliese por debajo un poco de su color auténtico, un gris azulado... o un azul grisáceo, aún no lo sé muy bien.
Degradamos un poco los cantos y pulimos el metal de la vieja cerradura.
Y cera, le dimos una mano de suave cera transparente y satinada.
Cuando Claudia la vio, ya terminada, me dijo:
- Tuvo suerte esta puerta, ¿verdad mami?
- Bueno, a lo mejor los que tuvimos más suerte fuimos nosotros, ¡que ahora tenemos un precioso y original cabecero para nuestro dormitorio de invitados!
Y como complemento mi cojín favorito, que se vino en mi maleta desde la tienda de Vanessa AH! en Bilbao. Ilustrado por la genial María Emes.
¡No puedo pedir más!
Ya tengo en mente lo próximo que voy a pintar ¿y vosotr@s?
¿tenéis algún objeto al que os gustaría dar un nuevo uso?
Ya tengo en mente lo próximo que voy a pintar ¿y vosotr@s?
¿tenéis algún objeto al que os gustaría dar un nuevo uso?