Cuando la temperatura del aire se vuelve calor, los días se hacen largos, y las noches cortas, disfrutamos del veranito.
A mí también me pasa, y mientras sigo disfrutando he querido compartir con vosotros unos pedacitos de verano que entre mi aplicada ayudante y yo misma hemos fotografiado mientras descansábamos en el pueblo.
En la cima de la montaña.
Hemos recogido cerezas con sabor a miel,
hemos hablado con las mariposas,
con las golondrinas
y con todas las flores y plantas que se han asomado en nuestro camino.
Les hemos preguntado si detrás de ese cercado,
o de esa vieja puerta,
o si, quizás girando esa llave
encontraríamos la clave de la Felicidad.
Y nos han dicho que simplemente nos sentásemos un rato, en silencio, en un cansado banco
a ver pasar las cálidas e inmóviles horas
y así nos daríamos cuenta, una vez más, de lo que en realidad ya sabemos, que la felicidad está en todas esas cosas sencillas que nos rodean.