Sabía que el amanecer iba a dar paso a un bonito día primaveral del mes de Octubre, y que, aunque solo fuese tímidamente entre la nubes, el sol no me iba a dejar plantada. Por eso decidí subir a la terraza del hotel y empezar el día viendo amanecer sobre la Basílica de Santa Sofía.
Desayunar se había convertido en un espectáculo desde el mismo día en que llegué a Estambul y aunque intentaba tomármelo con calma, me podían las ganas de salir a descubrir la ciudad.
Tenía pocos días y demasiadas rutas en la cabeza.
Quería visitar Santa Sofía, tocar las piedras que llevaban tantos años en pie. Descalzarme y cubrir mi cabeza con un velo para poder entrar en la Mezquita Azul. Y mirar hacia arriba hasta que me doliese el cuello
Sumarme a las incontables concubinas del Sultán que habitaban el colorido Harem del Palacio Topkapi
Perderme en Kapalikarsi y en el Bazar de las Especias y salir de allí con la ropa oliendo a mostaza, jengibre y azafrán
Sumergirme en las profundidades de Yerebatan Sarnici y mirar cara a cara a la medusa sin temor a convertirme en estatua de piedra
Quería cruzar el estrecho del Bósforo y pisar el tan lejano contienen asiático por primera vez en mi vida
Me moría de ganas de comer un auténtico Kebab sentada sobre una alfombra mágica y colorida, beber Airam y terminar como a mi me gusta, con un dulce sabor turco en la boca.
No pensaba marcharme tampoco sin saborear un té bien caliente
Pescar a orillas de la Torre Gálata mientras el Imán cantaba para llamar a sus fieles a la oración.
Recorrer mercados, fotografiar gatos y acercarme tímidamente a la Plaza Taksim subiendo sin prisa por la concurrida Istiklal Caddesi.
Probar el sol, la brisa y la lluvia de Turquía
Quería acabar el día derrotada sobre el mármol mojado de un baño turco y dejar que las manos de una mujer experta, lavasen mi cuerpo y transportasen mi mente
Quería tantas cosas que tuve y vi, que creo que si no fuese por mis nueve compañeros de viaje, más dos que decidieron quedarse a vivir allí ¡¡todo esto no hubiese sido posible!!
Feliz sueño